La mayoría de los profesionales en España trabaja en una empresa pequeña –de menos de cincuenta empleados– a la que no le preocupa su formación. Muchas de ellas no aprovechan ni los cursos bonificados y son poquísimas las que dan el paso de convertirse en negocios medianos. La causa principal de la debilidad competitiva de nuestro país es la situación de estas compañías.
Formarse es una de las claves para que una compañía mejore. Pero para afrontar esa evolución es necesario que se implanten nuevos conocimientos y habilidades que ayuden a que el negocio se profesionalice y se posicione en el mercado.
Cada vez más, las pymes se esfuerzan por mejorar en áreas como la internacionalización, capacidad de liderazgo, las finanzas, el márketing o las ventas. Aunque hoy estos negocios están mejor gestionados que hace años, aún muestran carencias, por ejemplo, en todo lo relativo a cambios legislativos, como la reforma fiscal ,Protección de Datos ,Penal, o laboral entre otras. “Las modificaciones son muy rápidas y pueden despistar a las empresas. Adaptarse a estos movimientos debe ser una de las prioridades formativas de cualquier negocio”, opina Arturo de las Heras, director general del Centro de Estudios Financieros (CEF).
En primer lugar, para conocer el tipo de formación que precisa la empresa, se deben definir con exactitud qué competencias existen y cuáles se deben mejorar para conseguir un mayor rendimiento. En este sentido, se debe evaluar quién necesita esa cualificación, si los cargos directivos o los empleados del departamento que se desee potenciar. Aunque en una pequeña empresa muchas de las responsabilidades quedan en manos del gerente, la profesionalización también debe pasar por sus trabajadores.
Una vez establecido esto, es necesario conocer con qué recursos se puede contar para iniciar esa formación. Puede ser, por ejemplo, a través de cursos específicos presenciales o de forma online.